(Mejoras en los Hábitos de Comunicación)
Maxwell Maltz es un célebre y respetado Cirujano Plástico de la Universidad de Columbia, y es autor de varios libros, entre los cuales se destaca uno que constituye un conjunto de teorías que han sido estudiadas y han ganado seguidores en todo el mundo: La Psicocibernética.
Este libro le dio inicio a la ciencia del mismo nombre, la cual resulta una importante y valiosa contribución al auto-conocimiento del hombre y al descubrimiento de sus capacidades potenciales para perfeccionarse a si mismo.
Uno de los mayores aportes hechos por ésta la Psicocibernética, es el referente a los hábitos del hombre, más concretamente a los hábitos de comunicación.
De acuerdo a Maltz, el ser humano actúa, siente y se desenvuelve siempre de acuerdo con lo que él imagina ser verdad acerca de sí mismo y acerca del medio ambiente que le rodea.
Actuamos y sentimos no de acuerdo a la realidad, si no a la imagen que nos hemos formado de ella. Los hábitos, sean buenos o malos, se forman de éste mismo modo.
Maltz considera que se necesita un mínimo de 21 días consecutivos de práctica inequívoca de cada nuevo hábito que se desea desarrollar para que se pueda efectuar un cambio perceptible en la persona.
Para que ésto sea posible, el Maltz exige que sea aplazado todo juicio crítico y todo razonamiento analítico durante éste lapso, con el fin de darse a sí mismo una oportunidad para comprobar o negar la validez de dichos conceptos para su vida.
Es así como podremos aplicar un método que consiste en estudiar, practicar y experimentar nuevos hábitos de comunicar, imaginar, recordar y actuar.
Esto tiene la intención de crear una autoimagen adecuada y realista, así como emplear un mecanismo creador para alcanzar el éxito y la felicidad.
Un método para cambiar hábitos
El método consiste en construir un cuadro mental creativo, experimentando lúdicamente a través de la imaginación, para la formación de nuevas estructuras automáticas de reacción.
Maltz defiende la teoría que afirma que aplicar esfuerzo para transformar las creencias, tiene efectos contraproducentes con respecto a uno mismo.
Según el doctor Knight Dunlap -citado por Maltz y experto en erradicación de hábitos-, tratar de refrenar el hábito sólo logra reforzarlo. Según sus estudios, el mejor medio para interrumpirlos consiste en forjarse una imagen mental del deseo y del resultado al que aspiramos, y que la práctica se oriente a alcanzar esa meta.
Según Dunlap, si se llega a hacer habitual una forma de reacción, es necesario que la persona tenga una idea de la reacción que se propone adquirir y del ambiente en que la misma se produce.
El factor más importante del aprendizaje estriba en la idea que tengamos del objetivo que nos proponemos alcanzar, ya sea como modelo de comportamiento específico o como resultado de la conducta, junto con el deseo de lograr el mencionado fin.
La mayoría de las personas nos hallamos expuestas a la percepción continua de sugestiones negativas. Sólo en el momento en que las personas aprendan el hábito de la felicidad, en pensar en ideas agradables, podrán liberarse de la dominación de las circunstancias y de sus condiciones superficiales.
Robert Louis Stevenson, también citado por Maltz en su libro, decía que «los hombres se inquietan y perturban, no por las cosas que acontecen, sino por la opinión que tienen respecto a las cosas que les ocurren».
La imagen que las personas tienen de sí mismas y los hábitos que han creado, guardan estrecha relación entre sí. Al cambiar la imagen, seguramente cambiarán los hábitos.
Los hábitos son como ropas que usamos para revestir nuestras personalidades, no son ni accidentales ni circunstanciales. Los tenemos porque se acomodan a nuestra personalidad y participan en nuestra autoimagen.
Cuando de forma consciente y deliberada desarrollamos nuevos y mejores hábitos, nuestra autoimagen abandona los viejos hábitos y desarrolla los primeros dentro de la transformación que experimenta la nueva personalidad.
Los hábitos constituyen reacciones y respuestas que se aprenden a ejecutar automáticamente sin tener que pensarlas o decidirlas. Un 95% de las conductas, los sentimientos, las emociones y las reacciones son habituales.
En el pasado aprendimos que ciertas actitudes (así como ciertos modos de sentir y de pensar) fueron «apropiadas» con respecto a ciertas situaciones. Ahora tendemos a pensar, sentir y actuar del mismo modo en donde quiera que encontremos lo que interpretamos como «la misma clase de situación».
Es necesario comprender que éstos hábitos pueden ser modificados, transformados o revertidos, al hacer una decisión consciente y práctica de la nueva forma de responder o la nueva conducta.
¿Por qué mejorar la comunicación?
El sentido de la comprensión depende de una buena comunicación. La comunicación es vital para cualquier sistema de entendimiento humano. Una persona no podrá reaccionar con propiedad si la información de que dispone es falsa.
Para poder atacar cualquier necesidad real se debe disponer, al menos, de una ligera comprensión acerca de nuestra verdadera naturaleza. La mayor parte de los fracasos en las relaciones humanas, se debe a los conceptos «erróneos» que poseemos acerca de lo que estamos tratando.
Ninguna persona reacciona a las cosas como ellas son, si no a sus propias imágenes mentales y a su percepción de las mismas.
La mayor parte del tiempo, la reacción que adopta otra persona con respecto a nuestra postura no se produce por malicia. Se produce porque esa persona comprende e interpreta la situación de manera distinta a la nuestra, respondiendo apropiadamente a lo que él o ella considera que es verdad.
La confianza que otorguemos con respecto a la sinceridad de otras personas, considerándolas más bien equivocadas que maliciosas, puede hacer mucho para allanar las relaciones humanas y producir mejor comprensión entre la gente.
Con cierta frecuencia solemos deformar los datos de nuestras sensaciones internas por medio de temores, ansiedades o deseos. Pero para poder llegar a un conocimiento real del ambiente, debemos tratar de reconocer la verdad acerca del mismo. Sólo cuando comprendemos cómo es éste, podemos reaccionar en forma adecuada.
Otra noción de la caridad
Es un hecho psicológico que nuestros sentimientos acerca de nosotros mismos tienden a corresponder con los sentimientos que brindamos hacia otras personas. Cuando un individuo se siente más generoso con respecto a los seres ajenos, también empieza a mostrarse más caritativo consigo mismo.
La persona que cree que «la gente no es importante» no puede concebir un profundo respeto ni una gran consideración hacia sí, ya que con el mismo juicio que aprecia a los demás, exactamente juzgará su propio pensamiento.
Es importante cesar de condenar al prójimo en nuestra propia mente, dejar de juzgarlo, culparle y odiarle por sus errores. Así los individuos podrán cultivar y desarrollar una mejor y más adecuada autoimagen, cuando empiece a sentir que las personas ajenas valen más de lo que podría imaginar.
Para cultivar el sentimiento de caridad
1) Procure cultivar un aprecio genuino hacia la gente, mediante la percepción de la verdad global acerca de ella, pues los individuos son criaturas de Dios que constituyen personalidades únicas y seres creadores.
2) Inhíbase de juzgar los sentimientos, puntos de vista, deseos y necesidades del prójimo. Piense más en lo que las personas puedan querer y en cómo se deben sentirse.
3) Procure concebir que los individuos ajenos son importantes y compórtese con ellos de la manera que corresponde a este principio. Cuando trate a otras personas tenga la debida consideración acerca de los sentimientos de las mismas, pues es absolutamente cierto que tratamos a las personas y a los objetos de la misma forma.